Fecha: 18/06/2018
El juzgado obliga a la clínica dental a compensar por las consecuencias tras el «fracaso» del tratamiento
Lo que parecía una molestia sin importancia, debido a un problema con un diente, acabó en una pesadilla para un paciente de la clínica de Oviedo que operaba bajo el régimen de una franquicia. El hombre acudió al dentista por un problema en una pieza dental y acabaron por extirparle once dientes y colocándole ocho implantes con un presupuesto de más de 18.000 euros.
Un tratamiento que no funcionó por no ser el adecuado para la dolencia por la que acudió. Por todo ello, el Juzgado número 1 de Primera Instancia condenó a la franquicia a indemnizarlo con 90.000 euros por lo que considera «una mala praxis» y por el «fracaso rotundo» del tratamiento aplicado al paciente, al que la sentencia se refirió como anómalo.
Lo novedoso de este fallo judicial, según explicó la letrada del paciente, fue que el tribunal estimó «íntegramente» toda la demanda. La franquicia «ya cuenta con muchas sentencias condenatorias pero es la primera vez que se logra una estimación íntegra de una demanda», señaló Pilar Muíño.
El calvario de este ovetense, que prefirió mantenerse en el anonimato, comenzó hace ocho años. Acudió a la clínica, que por aquel entonces estaba ubicada en la calle Uría, por un problema en un diente. «Cuando acude a la consulta le dicen que se le mueven muchas piezas, que tiene problemas en las encías y que necesita implantes», explicó la abogada. El paciente aceptó el diagnóstico y el presupuesto de más de 18.000 euros porque «confió en el criterio médico del odontólogo». Un criterio que le llevó a someterse a once extirpaciones dentales y colocarse ocho implantes.
Los problemas con las prótesis empezaron desde el primer momento y se prolongaron durante seis años. Roturas de los implantes, infecciones, caída de las prótesis... «Mi cliente se pasaba la mayor parte desdentado», expuso su abogada. Esto le produjo serios problemas psicológicos que derivaron en una fuerte depresión que le impedía salir de su casa. La clínica de Uría cerró pero los mismos propietarios abrieron una nueva bajo otro nombre, a la que continuó acudiendo el perjudicado sin que sus problemas dentales mejoraran.